Algo interrumpe mi sueño, no sabría decir lo que es, pero cuando abro los ojos, una tenue luz matinal los asalta sin piedad. Los vuelvo a cerrar con furia y poco a poco consigo que se acostumbren a esos primeros rayos de sol de la mañana.
Suenan The Coors en la minicadena, debe ser la sexta o séptima vez que ha dado la vuelta el CD desde que anoche lo pusimos y nos olvidamos de el. Me desperezo y vuelvo el brazo para buscar el mando a distancia en la mesita de noche, mis dedos tropiezan con la caja de los condones, las llaves del coche, tu sujetador, joder, va a ser más dificil de lo que parecía. Finalmente palpo algo que podría ser... Sí el mando.
Interrumpo Breathless mientras una sonrisa pícara asalta mis labios al recordar lo que apenas unas horas antes era el final de la noche. La pálida y gélida luz de los amaneceres del norte atraviesa los cristales empapados de pasión y sexo y se cuela entre las cortinas para bañarte de un aura casi angelical. Nada más lejos de la realidad. La sábana de algodón se ciñe a las curvas de tus caderas que ahora recorro con mis dedos hasta llegar a tus pechos. Otra sonrisa pícara. Te miro, te admiro, silenciosa, respirando lenta y pausadamente y Neruda viene a mi cabeza: "Me gusta cuando callas, porque estás como ausente..."
Retiro el mechón de pelo que te cae sobre la cara y acerco mis labios a los tuyos, te estremeces al sentirlo. Ni siquiera abres los ojos, pero te envuelves en las sábanas y murmullas: "déjame cinco minutos más..."
Ahora no tengas prisa nena, tenemos una vida por delante.