jueves, 25 de febrero de 2010

Strongbow


Que vida esta, después de seis pintas de sidra irlandesa (¿?) la lengua, en este caso los dedos se sueltan, curiosas conversaciones nacen del seno de la embriaguez y temas que nunca tratarías con desconocidos salen a relucir con las personas menos pensadas.

Poderoso veneno es el amor, miente aquel que diga que nunca lo ha probado aún a riesgo de quedar enganchado de por vida, algunos así lo hemos sufrido (no diré de por vida pero sí por algún tiempo todavía). Otros sabiendo manejar la droga la distribuyen a su antojo aprovechándose de sus efectos para acercarse a los obsequios que la vida nos ofrece (aquí cada cual que interprete lo que quiera).

No diré que no me he enamorado pues mentiría, tampoco diré que me he desenamorado puesto que volvería a mentir, pero es cierto que he abierto los ojos, y me he dado cuenta de que si este mundo es cabrón, mucho más he de serlo yo, pese a quien le pese. Gran filósofo madrileño me enseñó: "CADA PERRO, QUE SE LAMA SU PIJA".

Gracias amigos por abrirme los ojos.

lunes, 22 de febrero de 2010

Del salón en el ángulo oscuro...


De ese becqueriano ángulo oscuro nacen estas letras, de un rincon apagado en mi cabeza desde el que de vez en cuando emergen pensamientos, unas veces tristes, otras... menos tristes.

Corta andanza por este mundo llevo, suficiente para darme cuenta de que una caída no siempre viene prececida por un tropezón. Se puede caer en la frustración sin tropezar con el ideal, se puede caer en el aburrimiento sin tropezar con la experiencia.

Dice la gente que me conoce que no debo quejarme; Tengo trabajo que no es poco en estos tiempos veloces como un cadillac sin frenos (gracias Sabina), pero ¿qué ocurre cuando tu trabajo en el que haces lo que te gusta, no te gusta? que me lo expliquen que no lo entiendo, de pronto he caido en la más amarga frustración profesional, sin tropezar primero con el hastío que provoca la rutina de un trabajo. Todo era una maravilla, me dedicaba a lo que yo quería (aunque con matices) y de pronto una mañana, me doy cuenta de que lo que hago solo satisface mi enfermiza adicción por lo que hago y no por lo que he soñado hacer.

He dedicado tiempo a reflexionar sobre ello, son varios los factores que me han tendido la zancadilla de manera subrepticia y han conseguido que el aburrimiento se implante en mi vida hasta niveles insospechados, pero no lo contaré todo hoy, si no, qué sentido tendría escribir esto.